09 junio 2025

Lo que le faltaba a Pedro Sánchez

 


Volvemos al apagón porque eran las dos de la tarde y yo tenía que irme a trabajar. Bueno, no tenía-tenía, pero es que me va la marcha.
El metro estaba cerrado, el túnel de la M30 estaba cerrado, y no sabía si los autobuses estaban pasando, así que tomé una decisión desesperada: cruzar el puente de Toledo a pie. 
Es que todas las desgracias me vienen juntas. 
Una vez en Pirámides, tuve la increíble suerte de que pasó un autobús. Y además había sitio para sentarse. Y además al lado de los cargadores para el móvil. Donde procedí a cargar el móvil, por si acaso, porque no había ni línea, ni internet, ni la madre que lo parió.
Yo iba mandando mensajes con la esperanza de que en algún momento llegaran, pero es que no iban ni los SMS, no sé, lo siguiente era que dejara de funcionar la rueda o el fuego.
El autobús me dejó en la Plaza Mayor, donde de pronto conseguí cobertura, cosa que estaría muy bien si no fuera porque ahora los que no tenían cobertura eran los demás. 
El centro era un homenaje al absurdo. Había tiendas cerradas del todo. Había tiendas que no podían echar el cierre y habían hecho barricadas cajas o carritos, y los dependientes estaban haciendo guardia mientras se echaban un cigarro. Otras estaban totalmente abiertas y la gente estaba mirando ropa, totalmente ajena al hecho de que si quisieran llevarse algo no iban a poder pagarlo. En el Desigual, la dependienta explicaba a unas señoras que tenían que salir, y las señoras protestaban porque no entendían por qué. La mayoría de los bares estaban abiertos; la gente que intentaba volver a casa se mezclaba con la que estaba de paseo porque no tenía nada mejor que hacer. Sin acceso a internet, se preguntaban unos a otros cómo ir a tal sitio, si había luz de donde ellos venían, si pasaban autobuses. Y, sin embargo, casi todo era silencio.
En Sol, a saber cómo, conseguí la cobertura suficiente como para enterarme de que, debido a las circunstancias, tenía que incorporarme al trabajo en otra dirección.
Pero en otra, otra. Como si a mitad de camino a la Ciudad Esmeralda, a Dorothy le hubieran dicho oye, pásate por donde los winkis para comprar el pan.
Que me podía haber rendido, pero es que yo estaba a topísimo con lo de la supervivencia, me había hecho una mochila prepper con un cargador solar, agua, comida, dinero en efectivo, un botiquín y hasta cerillas por si tenía que prenderle fuego a algo.
Coger un taxi ni me lo planteé. No había ni uno libre, y los que pasaban llevaban tres o cuatro personas ya. Aproveché una miajita de internet para mirar cómo llegar a mi destino y descubrí que había un autobús que salía desde Moncloa, así que lo único que tenía que hacer era llegar a Moncloa. Cogí Gran Vía por la acera de los pares con la idea de ir andando hasta que pasara un autobús, y tuve la tremenda suerte de subirme a uno en Plaza de España. Y además había sitio para sentarse. Y además al lado de los cargadores para el móvil. Donde procedí a recargar el móvil, exhausto de buscar señal, turnándome con otros viajeros que también tenían el móvil canino.
Una hora más tarde, el autobús seguía a una parada de Moncloa. Habría tardado exactamente la mitad si hubiera ido andando, pero me habría perdido la charla del señor que nos explicaba que esto tenía que haber sido Putin. O Israel. O ambos.
El busero me abrió la puerta a mitad de calle y me fui andando hasta Moncloa donde, una vez más, tuve suerte y me subí a un autobús enseguida. Y además había sitio para sentarse. Y además al lado de los cargadores para el móvil. Y una vez más procedí a turnarme con otros viajeros para cargar el móvil. 
La salida de Madrid era un atasco. La entrada estaba desierta. Con tremenda lentitud, hicimos un recorrido que, para total regocijo de los viajeros, pasaba por delante de La Moncloa. 
No lo alargo más: conseguí llegar a trabajar. Solo tardé cuatro horas, cuando normalmente tardo media. Pero llegué. 
Estaba orgullosísima de mí misma. Y empapada de sudor. Y méándome viva. Pero esa es otra cuestión.
En fin.
El problema, el verdadero problema, fue volver a casa.
Básicamente porque (casi) todos los accesos a Madrid estaban cerrados. Eran pasadas las doce de la noche, íbamos en coche por una carretera desierta, y cada vez que parecía que podíamos entrar a Madrid nos encontrábamos el paso cortado por camiones de tráfico o de limpieza totalmente atravesados y, lo más espeluznante de todo, totalmente vacíos. Dimos vueltas y vueltas durante casi dos horas, buscando un carrilito que se hubieran dejado sin cerrar y topándonos con las barreras más dispares, acercándonos a casa un poco más en cada vuelta, hasta que conseguimos cruzar el puente de Segovia.
Respiramos aliviados. Ya estábamos casi en casa. En el peor de los casos, siempre podíamos aparcar y acabar el viaje a pie.
Tiramos por el Paseo de la Ermita, pensando que lo íbamos a conseguir, cuando, justo delante del cementerio, nos encontramos la calle cortada por dos lecheras y unos veinte policías en plan Rambo.
Por si no conocéis la zona, os traigo la imagen de Google Maps.

A la izquierda hay un parque enorme. A la derecha hay un cementerio enrome. Y en medio, todos los antidisturbios que no nos habíamos encontrado en dos horas dando vueltas por los alrededores de Madrid.
-Pero qué coño.
Giramos hacia Quince de Mayo despacio, muy despacio.
-Pero qué coño -repetí. Unas veinte o treinta veces-.  Pero qué coño. ¿Qué hacen todos esos policías ahí? Si esto es todo campo. Pero qué coño. Delante del cementerio.
-Lorz -me dijo ZaraJota-, ¿te acuerdas de cuando Pedro Sánchez dijo que solo le faltaba el apocalipsis zombi?
-Uy.


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26 mayo 2025

La Purga



Que me han preguntado mucho en el otro lao qué pasó con la aborrescente niña en día del apagón.
La niña está bien.
ZaraJota fue a buscarla a pie. No es muy lejos. El único problema es que está pasado el río y eso significa que vayas en la dirección que vayas, siempre hay una cuesta abajo y una cuesta arriba.
Con el calor que hacía, que era mucho, y la creciente escasez de árboles de sombra que, por motivos ignotos, asola Madrid desde hace unos años. 
ZaraJota había conseguido contactar con una madre y le había avisado de que se traería a la criatura correspondiente. Que no es que no hubiera podido volver sola, pero eso lo sabemos ahora, es decir, en el momento no sabíamos que iba a estallar la Purga de un momento a otro o qué.
ZaraJota acompañó a la niña hasta su casa sin mayor problema que el calor y dos adolescentes sin un móvil para distraerse. 
El problema empezó cuando llegaron a la casa, porque la familia de la niña vivía en un piso alto.
La niña no tenía llave.
El telefonillo no funcionaba.
Las líneas telefónicas y de internet se habían caído definitivamente. 
Básicamente: aunque había sido fácil llevar a la niña del punto a, el instituto, al punto b, la puerta de su casa, era imposible llevarla desde el punto b hasta el punto c, el interior del piso.
ZaraJota se planteó sus opciones, entre las que destacaba muy fuerte no haberse levantado esa mañana.
No podía volver a casa, porque no podía avisar a la otra madre y les estaba esperando.
No podía dejar a la niña sola en la puerta, porque todavía no descartaba por completo que estallara la Purga.
No podía lanzar a la niña hasta su casa con una catapulta. 
Porque no tenía ninguna catapulta, obviamente.
En esas estaba cuando vio gente a través de la ventana de bajo y dio un par de golpecitos en el cristal para llamar su atención.
Los vecinos lo miraron de hito en hito. 
La verdad es que no, porque ZaraJota es así como larguirucho y a través de la ventana no creo que pudieran mirar mucho, pero es que me gusta esa expresión.
Por la cara que pusieron, debieron pensar que por fin había estallado la Purga y que ZaraJota iba a por ellos. 
Entonces ZaraJota, que no es peliculero ni nada, levantó las manos y dio un par de pasos atrás para que vieran que estaba desarmado.
Para mí que esto incrementó la sospecha de los vecinos de que la Purga había llegado, pero supongo que hay que verse en esa situación. Con el calor que hacía y dos niñas, una ajena, sin teléfono móvil.
Los vecinos seguían desconfiando pero se acercaron a la ventana porque una cosa es tener miedo a la Purga y otra cosa es perderse un salseo. ZaraJota les hizo aspavientos para que miraran para abajo. Entonces vieron a las niñas y, en concreto, a una que reconocían.
-Aaaaaaah. 
Los vecinos salieron de casa y les abrieron la puerta del edificio, menos mal.
ZaraJota la acompañó escaleras arriba hasta dejarla sana y salva con su madre. 
ZaraJota compensó gimnasio ese día, las cosas como son.
Luego se vino para nuestra casa con la niña que le quedaba y el calor que hacía. 
-¿Has podido llevar a la otra niña sin problema?
-Sí, lo de llevar ha ido sin problema. Lo de entregar, en cambio...




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He escrito un número indeterminado de libros y podéis encontrar la mayoría aquí.

12 mayo 2025

El apagón



Seguramente no os acordáis porque fue hace ya tres o cuatro apocalipsis, pero ha habido un apagón. 
Concretamente el 28 de abril aproximadamente a las 12:30.
Yo estaba intentando escribir cuando se me fue la luz y no le di importancia porque siempre nos salta la luz cuando pongo a la vez el radiador y el horno. Siempre me digo que es la última vez que pasa y que me acordaré para la próxima y siempre se me olvida hasta que vuelve a saltar. El caso es que pensé: ya lo he vuelto a hacer.
Que ese día no estuvieran encendidos ni el radiador ni el horno me pareció un detalle sin importancia. 
"Me estoy superando a mí misma", pensé. 
Mientras tanto, ZaraJota estaba teletrabajando. Su primera reacción al quedarse sin luz fue apagar el radiador y el horno, pero se los encontró ya apagados, así que salió al pasillo de la comunidad y vio que estaba sin luz también.
-Lorz, esta vez te has superado a ti misma -me dijo.
Así que siguió el protocolo establecido para esas ocasiones y mandó un mensaje a su grupo de trabajo.
"Me he quedado sin luz".
Varias personas contestaron: "Y yo también".
El problema es que esas algunas de esas personas no vivían en la misma ciudad. Ni siquiera en la misma comunidad autónoma. Algunas, ni siquiera en comunidades autónomas colindantes.
-Uy.
De momento todavía teníamos datos en el móvil, pusimos 24 horas y vimos en directo la cara del presentador cuando le contaron lo que acababa de pasar y cuando él lo contaba a su vez.
-Uy.
Pero los datos empezaban a fallar. 
-Uy.
-Vamos a comprar un transistor -le dije a ZaraJota. 
Yo tenía uno en la cocina, pero se lo presté a la niña un momento y ahora tengo dos y medio y ninguno funciona. El transistor era lo único que me faltaba en mi equipo prepper: tengo cerillas, velas, linterna, un cargador de móvil solar, comida preparada y papel higiénico.
No estoy loca, es que acabo de publicar un libro sobre una sociedad sin suministro eléctrico y en cuanto te pones a investigar sobre el tema te da por pensar cosas. Y no son cosas bonitas.
El caso es que bajamos corriendo a comprar un transistor.
-Solo puedo cobrar en efectivo -nos dijo la dependienta-, me he quedado sin luz.
-Es nacional, por eso estamos comprando el transistor.
-Uy -dijo la dependienta. Y acto seguido se escondió un transistor para ella debajo del mostrador. 
Encendimos en transistor y con él en la mano y acordándome fuertemente de mi abuelo, que se pasaba los veranos a un transistor pegado, fuimos a por los niños. 
El niño no nos preocupaba demasiado. 
Puede que haya tenido mis desavenencias con el colegio, pero lo cierto es que desde que empezamos allí han pasado por: el derrumbe de parte del tejado, la obra subsiguiente, la pandemia, Filomena, un par de obras más, varios robos masivos, una inundación y dos meses seguidos de lluvia sin poder bajar a los niños al recreo. Y siempre, siempre, han reaccionado rápido, bien y con eficacia.
De hecho, llegaron a enviar un correo tranquilizando a los padres y explicándoles cómo iban a actuar. 
Acto seguido nos quedamos sin internet y yo en concreto no lo recibí hasta pasadas ocho horas, pero el caso es que lo hicieron.
Lo de la nena estaba más complicado.
Obviamente, el metro estaba cerrado, pero lo que no esperábamos era que también se hubiera cerrado el túnel bajo la M30. Básicamente, solo podía volver a casa andando.
No es que fuera peligroso. 
Había pasado menos de una hora desde el apagón y en Marqués de Vadillo ya había policías controlando el tráfico. Se veía que la circulación era difícil, pero no imposible. Había muchísima gente en la calle, toda la que normalmente va por debajo de la calle, supongo, pero caminaba a lo suyo, sin prisa, sin pausa, a veces intercambiando miradas de circunstancias. Otro apocalipsis. Pues nada, esta semana ya hemos cumplido.
El problema es que el sentido de orientación de la nena es... bueno. Es. La queremos mucho. 
Y sin GPS.
Y sin semáforos. 
Y con doce años. 
Y con tendencia a desmayarse cuando hace calor. 
Y qué calor hacía, dos meses lloviendo y justo el día del apagón... menos mal, porque solo faltaba que lloviera.
Le mandamos un mensaje: Espera en la puerta, vamos a buscarte.
Confiamos en que le llegara y si no, no pasaba nada, su padre estaría en la puerta antes de que ella saliera
Teníamos tiempo de sobra, no salía hasta las dos.
Pasada la una y media recibí una llamada suya. De puro milagro, porque internet no iba y la línea telefónica estaba regulinchi.
Esto fue lo que yo escuché:
-Mami -la niña parecía histérica. No sabemos por qué es, pero por teléfono siempre suena absolutamente histérica. Ya sabemos, por ocasiones anteriores, que normalmente no está histérica, pero en ese momento sospecho que lo estaba-. ¿Mami? GSGKFSFGSÑFHGSÑ profesores FSÑGFGKSJFÑKJSFGÑKJSFJG atentado GÑSFSLFJGSJFLGH no hay clase GGSÑJHGSFJGH calle...
Mi úlcera bien, gracias. 
-QUÉDATE EN LA PUERTA, QUÉDATE EN LA PUERTA, QUÉDATE EN LA PUERTA -empecé a gritar, esperando que le llegara alguna.
-GSÑFSÑFGKSFNLSJH mis amigas SJGFJÑSKJGSGHSJKGHSJLG 
-QUÉDAOS EN LA PUERTA, TODAS, QUEDAOS EN LA PUERTA, YO AVISO A LOS PAPÁS, EN LA PUERTA, EN LA PUERTA...
Se cortó.
Y esa fue la última vez que hablé con ella. 
Bien, bien, la úlcera súper bien.
Mientras tanto, el niño salió del colegio.
Estaba tan tranquilo. Al parecer la profe les había dicho que aprovecharan la feliz ocasión para ordenar las cajoneras. Si yo hubiera sabido que un apagón nacional podía servir para que los niños ordenaran habría cortado el suministro yo misma. Con los dientes.
De hecho, no descarto hacerlo en un futuro. 
-Hoy es un día especial -le dije-. Vamos andando a casa porque el metro está cerrado.
-Joooo...  hace mucho calor. 
-¡Pero es mejor! Así vemos lo que pasa por la calle. Es muy importante que nos fijemos en todo, hoy es un día histórico.
La cara del niño fue un poema. Un poema épico. Con muchas estrofas.
Tiene nueve años. 
Hace poco descubrimos que no recuerda NADA previo a la pandemia.
-¿Otro día histórico?
-Sí.
Suspiró.
-¿Qué comemos? 
-Es lunes: lentejas. 
-Entonces vale. 
Al menos tiene claras sus prioridades.


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El próximo 17 de mayo a partir de las 18 horas estaré en la caseta 9, librería Yume, de la Feria del libro de Vallecas. El resto del fin de semana estaré en el Krunch en el CC. Cuadernillos.
¡Venid a verme antes de que el mundo se acabe (otra vez)!














28 abril 2025

Los ciervitos son un primor

 No sé qué pasa que cada vez que subimos a ver a mi suegra tenemos un incidente zoológico
Esta vez no se trató de patos, sino de ciervos.
Sí, la cosa va escalando.
A mí no me gusta exagerar, pero seguramente lo próximo serán elefantes, ballenas o King Kong.
El caso es que fuimos a una cosa que se llama Parc Samà, que es una cosa muy de catalanes ricos del siglo XIX, con plantitas y edificitos y estanquitos y animalitos.
-Pero patos no habrá, ¿no? -pregunté.
-...
-Mierda.
En el parque este puedes comprar comida para dársela a los animales, que a mí de inicio ya me parece un error cósmico porque por lo general cuando compro comida lo que me gusta es comérmela yo, pero bueno. Pensé que a los niños les haría gracia, así que le dije a ZaraJota:
-Compra comida para los animalitos.
Y ZaraJota me dijo: 
-No me gusta que hables así de tus hijos, y además te he visto meter tres weikis en el bolso antes de salir.
-Para los animalitos del parque. 
Y ZaraJota se fue a comprar comida para los animales y volvió con un vaso de cartón lleno de maíz.
-Ah, estupendo, palomitas, solo necesitamos el microondas.
-Es para los animales. 
-Jo.
Mi decepción era doble y comprensible: primero, porque ahora que habíamos sacado el tema me apetecían mucho las palomitas. 
Segundo, porque no entendía cómo íbamos a darle aquello a los ciervos. ¿Tirándolo al suelo como a las gallinas? Mi experiencias previas no me dieron ninguna pista: cuando vamos a Burrolandia, que es una cosa que recomiendo mucho si tienes los epitelios olfativos atrofiados, siempre nos dan zanahorias y lechugas, que puedes agarrar de un ladito mientras el burrito las coge por el otro pero, ¿MAÍZ?
Mientras paseábamos entre los loritos, los patitos, los gansitos y una cosa que parecía un dinosaurio reducido pero con las ansias de matar intactas, le iba dando vueltas al asunto maíz. Tenía una sospecha. 
Y la sospecha se confirmó cuando por fin llegamos a los ciervitos y vi que la gente se ponía el maíz en el hueco de la mano y los ciervitos hacían el equivalente a un french kissing. Pero en la mano. Con ciervos. 
-AAAARGGGGH -pensé. Ojo que solo lo pensé. Decirlo en alto habría arruinado la magia y además estoy intentando educar a mis hijos para que sean valientes y atrevidos y nos les dé asco que un ciervo practique sexo oral con sus manos.
-¿Quién quiere dar de comer a los ciervitos?
-YO NO -exclamaron al unísono. Cuando quieren se llevan fenomenal.
-Venga, si no pasa nada -le dije, y les llené el hueco de las mano de maíz-. Venga, acercar las manitas.
Otra cosa no, pero mis hijos son obedientes. Levantaron las manitas y ofrecieron el maíz a los ciervitos. Pero cuando los ciervitos se acercaron, los niños entraron en pánico, retiraron la mano y el maíz fue a parar al suelo.
-Ooooohhhh.
A los ciervitos les dio igual. Deben estar acostumbrados. Y ser poco escrupulosos, porque se pusieron a hacerle el beso tuerca al suelo hasta que se comieron todo el maíz.
Luego, se quedaron mirándonos con el morro chorreando barro.
-¿Y ese barro? -pregunté. No tenía que haber preguntado.
-Es lo que pasa cuando mezclas babas de ciervo y tierra de suelo.
Repito: no tenía que haber preguntado.
-¿Y esa espuma?
-Creo que es lo que pasa cuando mezclas babas de ciervo y maíz de vaso.
Una vez más: no tenía que haber preguntado. 
-Bueno... -dije, porque era mi deber como madre-, ¿queréis darle más de comer al ciervito?
-NO.
-Pero si no pasa nada. 
-Pues hazlo tú.
-Eh...
Ser madre es una cosa compleja. Quieres que tus hijos sean mejores que tú, que no tengan tus complejos, tus miedos y tus mierdas. Eso te obliga a veces a hacer cosas que preferirías no hacer.
Como darle de comer a un ciervito babeante.
Cogí un puñado de maíz y alargué la mano para ofrecérselo al ciervito. El ciervito me miró un segundo, chorreando barro y espuma por la boca. Cerré los ojos. Todavía estoy muy delicada de la úlcera y cualquier cosa me hace echar la pota. No me hubiera importado porque empiezo a estar muy acostumbrada, pero es que veía al ciervito capaz de comérsela. 
Sospecho que esto habría arruinado la magia por completo.
Así que cerré los ojos y me mantuve impertérrita mientas el ciervo le hacía a mi mano cosas que jamás le había hecho nadie. Con barro, babas y espuma de maíz. Pero tenía que pensar en mis hijos. Tenía que hacerles creer que aquello era una momento mágico.
-AAAAAAAAAARRRRRRRRRG -grité- QUÉ ASCOOOOOOOOO ESTÁ TODO GRUMOSO DE BARROOOOOO PERO QUÉ ES ESOOOOOO DEJA DE CHUPARME POR FAVOOOOOOOR NO QUEDA MÁS MAÍZ QUÉ PRETENDES SACAR DE AHÍ ME MUERO Y ME MUERO Y CREO QUE VOY A POTAR Y LUEGO ME MUERO.
Cuando el ciervo acabó de lo que fuera que estuviera haciendo, me volví hacia los niños, con la mano chorreando babas marrones, y les dije con mi mejor sonrisa:
-¿Veis como no pasa nasa? Ahora probad vosotros.
-NO.
-Jooooooo, hemos venido para nada.
-No, para nada no - contestó ZaraJota-: te he hecho muchas fotos.

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El sábado 17 de mayo a las 18:00 estaré en la 9ª Feria del Libro de Vallecas, firmando toda mi obra en la caseta de la Librería Yume. Podéis comprar mis libros allí mismo con descuento de feria o traer lo que ya tengáis en casa, yo lo firmo todo. 













14 abril 2025

Coche amarillo

 


Iba yo por la calle tan tranquila y sin meterme con nadie cuando Nene-kun gritó: 
-¡COCHE AMARILLO!
Y procedió a meterme tremenda colleja que a mí no me gusta exagerar, pero tuve que recoger del suelo mis amígdalas y volvérmelas a poner. 
Pesa veinte kilos pero está fuerte, el enano. 
-Pero qué te pasa.
-Que he visto un coche amarillo.
-Ah.
-El primero que ve un coche amarillo gana un punto -me explicó Nena-chan
-¿Y la colleja?
-Para que quede claro.
-Ah.
Como parecía que esto era importante para ellos, intenté sumarme al juego.
Vale, quería darles collejas impunemente, eso también.
-¡Coche amarillo! -gritaba.
-Mami, tienes que gritar a la vez que das la colleja, no vale y ganamos un punto los demás.
-¡Coche amarillo!
-Mami, tienes que dar la colleja en el hombro, no vale y ganamos un punto los demás.
-¡Coche amarillo!
-Mami, es un camión, no vale y ganamos un punto los demás.
-¡Coche amarillo!
-Mami, ya te lo hemos dicho muchas veces, las bicis de Glovo no valen y ganamos un punto los demás.
-¡Coche amarillo, coche amarillo, coche amarillo, coche amarillo!
-Mami, nos has traído a correos a propósito, no vale y ganamos un punto los demás.
Empezaba a tener la impresión de que no iba a ganar nunca. 
Al menos, mientras los niños estuvieran delante. 
Así que busqué un medio alternativo: el grupo familiar de whatsapp.

-Mami, ¡no vale! 
-¿Por qué?
-¡Porque tenemos que estar delante!
A mí eso me pareció un simple tecnicismo y decidí que no me iba a rendir. 


-¡MAMI, QUE ASÍ NO VALE!


-¡MAMI, QUE ASÍ NO VALE!


-¡MAMI, QUE ASÍ NO VALE!


-¡MAMI, ESO NI SIQUIERA ES UN COCHE!
Desde luego, está claro que siempre van a tener una excusa.




24 marzo 2025

El alien



Yo estoy a favor de una sanidad pública, gratuita y de calidad. 
El problema es que cuando llevas más de un año con un dolor como si un alien estuviera intentando salir a mordiscos de tu estómago, has ido a tu médico de cabecera y a urgencias incontables veces, y la respuesta ha sido, por decirlo suavemente, variopinta (la último fue: "un dolorcito de barriga que quizá estés exagerando"), como que te dan ganas de coger tus principios y metérselos a alguien por el orto. 
A alguien que lleve bata blanca. O pijama azul. La verdad es que no soy caprichosa. 
Ya sé lo que estáis pensando: "La que hay que hacer es seguir luchando por la sanidad pública".
Y es lo que pienso seguir haciendo, pero por lo que sea para eso necesito seguir viva. Y si os digo la verdad, durante los últimos meses estaba convencida de que me iba a morir; no porque tuviera nada grave, sino porque no estaba recibiendo ninguna atención médica, más allá de recetarme ansiolíticos para mi dolor imaginario mientras me decían que intentara no tomármelos, que lo que tengo que hacer es mantener una actitud más positiva.
Cómo se supone que tienes que mantener una actitud positiva mientras te sientes todo el rato como si un alien estuviera intentando salir a mordiscos de tu estómago pero tienes que hacer vida absolutamente normal porque los médicos insisten en que te lo estás inventando yahoo respuestas. 
El caso es que después de un año me rendí e hice exactamente lo que las personas que están destruyendo la sanidad pública quieren: irme a la sanidad privada.
Porque la sanidad privada no es ni mejor, ni más rápida, ni más eficiente, pero con tal de cobrar al seguro son capaces de extraerle el apéndice a un huevo duro. Que no era mi caso. Pero a lo mejor al alien que intentaba salir a mordiscos de mi estómago le apetecía un huevo duro. O un apéndice. A esas alturas ya me parecía todo bien.
En cuestión de semanas me hicieron analíticas como para alimentar a varios vampiros pobres, ecografías, estudios de la orina (se ve que hay gente para todo) y lo último era la gastroscopia. 
-Con sedación general, no te preocupes -me dijeron.
Yo no me preocupé, al contrario, casi me emociono pensando en que iba a dormir sin sentir el dolor permanente del alien incluso en sueños.
Estaba encantada con la idea.
Al menos hasta que llegué a mi cita y me dijeron que me desnudara por completo.
-¿Para una gastroscopia?
-Y para la colonoscopia.
-¿Qué colonoscopia?
-La que te vamos a hacer. 
-Qué.
-¿Nadie te ha dicho nada?
-No.
A ver, yo no tengo nada en contra de que me profanen los orificios pero no sé, qué menos que avisarme, decirme unas palabritas cariñosas, quizá una cena romántica antes...
-Pero no te preocupes que te vamos a sedar.
-Ah, vale, que lo van a hacer mientras estoy inconsciente, eso mejora la cosa muchísimo...
-Señora, por favor. 
Ese día, entre los nervios y el estómago vacío, tenía al alien dando saltos, así que valoré mis opciones y no me quedó más remedio que aceptar. Me desnudé, me pusieron una vía (esa es otra historia, pero la cuento mejor en persona), me tumbaron en una camilla y me pusieron un tubito por la nariz.
-¿Tenéis algo para las orejas? Quiero batir el récord de orificios profanados simultáneamente.
-Señora, por favor, intente relajarse, la anestesia le hará efecto enseguida.
-Señora será tu fruta madre y la anestesia no me está haciendo ef...
Lo siguiente que recuerdo es que estaba en otra habitación. Una enfermera me dijo que la anestesia tardaba un rato en disiparse y que me lo tomara con calma y le contesté que lo único que quería tomarme con calma era el desayuno, por favor y gracias. 
Salí un poco haciendo eses y me encontré con ZaraJota en la sala de espera. 
-¡Que me ha hecho una colonoscopia! -le grité. Varios pacientes que esperaban para entrar se encogieron en sus asientos.
-¿Qué?
-¡Que me han metido un tubo por el prisonwallet!
-¿Y la gastroscopia?
-También.
-Pues espero que no hayan usado el mismo tubo.
-¡AAAAAAAAAAARG!
-Pero Lorz, no te preocupes por eso, lo importante aquí es que tú tenías razón: es un alien.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque cuando hay sondas anales siempre son los aliens.



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Última semana para comprar mis libros en Lektu. 


10 marzo 2025

En la iglesia



He escrito otro libro. 
La culpa fue de Patricia, que me dijo:
-Tengo una idea para un libro y no la voy a usar.
Y claro, es que si vamos así, provocando...
El libro va de que el 25 de mayo de 2025
es posible que escogiera el fecha solo porque rima con "te la hinco", no me escondo"
explotan todos los microondas del mundo y el gobierno decide cortar el suministro eléctrico por cuestiones de seguridad.
No sé si alguna vez se os ha ido la luz en casa, pero está sin electricidad es una mierda muy grande. Así que pasan cosas. ¿Cosas nazis? Bueno, eso depende de la interpretación de cada uno.
Pero un poco sí.
El caso es que como es ciencia ficción tenía que hacer "world building", que es cuando llamas a inventarte un montón excesivo de detalles para disimular que ni escribes demasiado bien ni tu idea es demasiado original.
Es broma, es broma.
Yo hago mucho world building. 
Hacía.
Ahora es que me da muchísima pereza acordarme de tantas cosas. 
Así que seguí el clásico consejo: escribe de lo que sabes. Y si hay algo que me sé bastante bien es el camino de mi casa al colegio de los niños. 
Así que ambienté casi todo el libro en esa calle. 
Y en el hotel al que me iba a darle con el novio cuando era joven, vale, eso también.
Cosas que conocía bastante bien. 
Lo único que me fallaba era el interior de la iglesia, básicamente porque no había entrado nunca.
Llevaba un par de meses pensando en entrar de camino o de vuelta del colegio pero siempre voy con prisas y no había manera, pero un domingo pasé con los niños de camino a Madrid Río, vi que la puerta abierta, y entramos.
Lo que no se me ocurrió fue que, siendo domingo y cerca de las doce de la mañana, la puerta estaba abierta porque iba a empezar la misa.
Lo que tampoco se me ocurrió fue que, siendo 2025, hubiera aproximadamente varios millones de familias a las que conocemos, con sus varios trillones de niños.
Toda esa gente nos recibió con una sonrisa.
Estoy segura de que se alegraban sinceramente de que por fin hubiéramos encontrado a dios o lo que sea.
Una vocecita malvada dentro de mí también está segura de que pensaban que por fin nos íbamos a alejar del camino del mariconismo woke feminazi y dejar de dar la brasa con la tontería esa de los derechos humanos, pero bueno.
Puede que parezca que no tengo vergüenza pero el caso es que algo me queda así como en el fondo, así que al ver a todas aquellas caras, en su mayoría conocidas, me quedé un poco parada.
Por un momento pensé en darme la vuelta y salirme tal cual como si no hubiera pasado nada, pero los niños empezaron a saludar a sus amiguitos y me estropearon el plan.
Así que hice lo único que podía hacer: seguir para adelante y ponerme a palpar paredes como si fuera lo más normal del mundo.
Y es lo más normal del mundo. Cuando estás haciendo world building y necesitas saber cuánta humedad transmiten unas paredes, al menos.
Comprobé un par de puntos y luego, como si fuera lo más normal del mundo, les dije a los niños:
-Ya está, vámonos.
Y empecé a salir como si fuera lo más normal del mundo. 
A mis espaldas, escuché a uno de los niños preguntar a los míos:
-¿No os quedáis?
Claro que no nos quedamos, pensé, entrar a una iglesia solo a palpar paredes es lo más normal del mundo. 
Pero lo que mis hijos contestaron fue: 
-No, solo hemos entrado porque mi madre está escribiendo un libro.
Vale, nos vamos a tener que mudar. 


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Lektu acaba de anunciar que cierra a finales de marzo, así que si queréis comprar alguno de mis libros es el momento, porque es el único sitio en el que los podéis comprar online.